jueves, 30 de junio de 2011

CUERNOS DE PLATA



La constelación de Tauro se encontraba situada en una zona privilegiada del firmamento. Su brillante estrella Aldebarán emitía unos destellos que embellecían en gran manera las noches celestes.
Una leyenda cuenta que el dios del Olimpo, cumpliendo una promesa, volvió a convertir a este grupo de estrellas en su aspecto original, surgiendo de nuevo el mas bello toro negro que nadie pudo nunca imaginar. Con la armonía de sus fuerte pitones y la gran nobleza de estirpe con la que fue dotado, podía considerarse como una obra maestra del mundo animal.
Preparado para todo tipo de aventuras, quiso consultar con todas las personalidades que formaban parte de la Mitología. Le pareció muy interesante lo que Pompeyo le contó sobre una ciudad que él mismo había impulsado y que había dado  nombre.
También quedó fascinado al escuchar cantares de gesta, especialmente "La Chanson de Roland" cuyas aventuras históricas en uno de los puntos del camino de Santiago le hacían tomar aún más interés por aquella zona fronteriza de los montes Pirineos al sur de Europa, continente donde estaba condicionado a vivir su nuevo destino.
Su viaje interestelar culminó cerca de Roncesvalles pues tenía la intención de visitar el sepulcro de Sancho elFuerte. Pero un mal movimiento a la llegada, o quien sabe si Zeus lo dispuso así, hizo que al aterrizar con tanta fuerza, sus espléndidas astas se quebraran.

Mirando al cielo , pidió insistentemente   volver a formar parte de él, mas su ruego no fue escuchado. Debía cumplir su misión. Pero ¿Qué misión podría ser la de un toro que había perdido sus cuernos?...

Dejándose llevar por su instinto, comenzó a vagar por los prados alpinos. Olmos, tilos, avellanos y hayas eran testigos de su tremenda desilusión.

Bordeando los valles, llegó hasta el río Arga donde sació su sed con los ojos cerrados para no ver reflejada en las aguas cristalinas su catastrófica mutilación.

A punto de caer la tarde, un extraño sonido le hizo ocultarse. Por un estrecho camino entre los pastos, Francisco Javier Itúrbide, un chaval de nueve años, paseaba montado en su bicicleta, pintada con vivos colores y cubierta de adhesivos que él mismo pegaba para hacerla más original.

A pesar de tener un nombre tan largo, todo el mundo le llamaba “Javi” y esto a él le gustaba porque era algo impaciente y lo quería todo lo antes posible.

Con sus zapatos de deporte, un pantalón hasta las rodillas acompañado de una camiseta con la foto de su grupo musical favorito y una gorra muy especial, iba como un bólido hasta su casa que se encontraba en pleno valle.

.- La siguiente bajada la hago a toda velocidad. Hoy lo intento sin sujetarme con las manos al manillar.

Javi, preparado para lograr su intrépida hazaña, no observó que, cubierto por unos ramajes, estaba el borde de un gran desnivel que podía ser muy peligroso.

En un fuerte impulso comenzó la bajada tal y como había planeado.

El toro que estaba observando la escena, fue consciente del peligro y guiado por un incontrolable sentido de protección, se cruzó en el camino donde comenzaba el barranco.

Javi, aunque intentó frenar con toda rapidez, no pudo evitar el choque con el animal. Niño, toro y bicicleta se quedaron al instante completamente frenados.

Javi fue entonces consciente del riego que podía haber sufrido y que había sido evitado pro aquel toro.

.- ¡Me has salvado la vida!

Acariciando la gran frente de la res observó la amputación de sus cuernos.

.- Pobre animal. ¿Cómo te habrá pasado esto?. Si quieres, puedes pastar en mi granja, allí tenemos vacas que te harán compañía. Desde ahora te consideraré como un nuevo amigo.

El toro, por primera vez desde su llegada, sintió algo de alegría y todavía afligido pero con algo más de esperanza, decidió unir su destino a la vida del simpático navarro.



Los padres de Javi, cuando se enteraron de lo ocurrido, dejaron que el toro se quedase con ellos, incluso pensaron que podía ser un buen semental, aunque todos lamentaban la pérdida de sus asta.

La vacas, blancas y negras, no hicieron el menor caso a su nuevo acompañante, a ellas ni siquiera les parecía un toro. Indiferentes a su llegada, continuaban rumiando en los alrededores de la casa de montaña que estaba cubierta de tejas curvas y un gran alerón de madera. Tenía una gran puerta rodeada por un arco de piedras puestas, igual que todas las ventanas.

Fuera, unos troncos de leña acababan de ser cortados con un hacha de Leiza que aún estaba clavada en la madera.

Los cencerros de Iturgoyen que llevaban algunas vacas sonaban apaciblemente entre los verdes prados lindantes.

Había cerca de la casa, en lo alto de una columna de piedra, una imagen de la Virgen que tenía a los pies una media luna, cuyos extremos semejaban los cuernos de toro, al menos eso le parecía al nuevo animal, que resignado a vivir entre aquel entorno, le hubiese gustado tener aunque fuera esa media luna de piedra sobre su cabeza.

Al llegar la noche, el toro paseaba por los fértiles pastos, miraba al cielo lleno de estrellas, no pudiendo ser más grande su pena. Solo deseaba volver a convertirse en su añorada constelación.

La Luna, como una gran perla, hizo su aparición, al llegar al punto más alto iluminó con intensidad el paisaje. El animal daba vueltas alrededor de la imagen de piedra que le había cautivado.

De repente, una misteriosa fuerza premiaría la proeza de haber ayudado a su reciente amigo Javi.

La Luna dejó caer dos rayos que fueron a dar a los pies de la imagen de piedra, justo donde sobresalían las puntas de la media luna y en ese momento se trasladaron, convertidas en plata, hasta las tullidas astas del toro, apareciendo entonces los más bellos e impresionantes cuernos que ninguno de su especie hubiera podido imaginar.

La vacas estaban asombradas ante el digno espectáculo, a la vez, desde una ventana de la casa, Javi y su familia contemplaban la increíble transformación.

Javi no daba crédito a lo que estaba viendo.

.- Le han salido los cuernos y brillan como si fuesen de plata.

Efectivamente, de la piel de su hermosa cabeza salían ahora dos preciosos pitones de plata que le harían ser único en su raza y que lo habían convertido en el toro más bello del mundo.

Y desde entonces a este toro se le conoció con el original nombre de:

“Cuernos de Plata”…

El animal, como si acabase de renacer, se movía con toda su belleza y esplendor. La armonía en sus movimientos, desplazándose de un lado a otro, mostraba sobre la verde hierba su cuerpo negro azabache, increíblemente hermoso, con ese brillo y resplandor de los plateados cuernos que iluminados por luz de luna, daban la sensación que se alzaban hasta el mismo cielo.

Desde ese momento, su vida cambió de tal forma que llegó a olvidar su pasado estelar y disfrutaba en extremo por aquellas tierras de Navarra.

Al mes siguiente, ya era julio. Javi y un grupo de amigos, todos mayores que él, se preparaban para ir hasta Pamplona a la popular fiesta de los sanfermines.

Vestidos de blanco, su fajín y pañuelo rojo, subieron a una gran piragua que llevarían todos remando a través del río Arga hasta llegar a la ciudad.

Antes de emprender el viaje, Javi se despidió de su amigo toro.

.- Hasta pronto, Cuernos de Plata, no te veré en uso días.

Dándole una palmada en el lomo, salió corriendo y subió a la piragua y partieron hacia la capital.

Cuernos de Plata al ver que se alejaban y no queriéndose separar de su pequeño amigo, retrocedió unos pasos, tomó impulso, corrió hacia adelante y saltó la valla dispuesto a seguir a su camarada Javi que era completamente ajeno a la reacción del bravo animal.

Si ser visto, Cuernos de Plata iba bordeando el río, siguiendo insistentemente al grupo de chicos que remando y cantando sin cesar se alejaban por el cauce dispuestos a participar y disfrutar del: “chupinazo”, “riau-riau”, procesión, encierro y “pobre de mi”, tan característicos de lo sanfermines en Plamplona.

El toro, de vez en cuando, se detenía para rumiar algo de hierba, lo hacía tranquilamente pues sabía que sería capaz de encontrar a su amigo donde quiera que éste fuera.

Todo era inquietante, divertido. Tendría una nueva experiencia que añadir a su mitológica vida.

Aunque parezca mentira, ningún ser humano vio como Cuernos de Plata llegó al centro de la capital, lo hizo por los jardines de la Media Luna, ya muy avanzada la noche, hasta que llegó a un lugar que llaman el Baluarte de Rochapea. Allí se unió con otros toros que estaban en un corral, entre los que Cuernos de Plata destacaba por su espectacular belleza.

Sin darle mucha importancia a la visible preocupación de sus nuevos compañeros, decidió pasar tranquilamente la noche. Por la mañana buscaría a su alegre compañero Javi.

El estallido de un cohete junto con un enorme griterío, anunció el comienzo del encierro. Cuernos de Plata se puso muy alegre al ver a tantos jóvenes saltando y gritando delante de la manada, estaba seguro que no tardaría en ver a Javi.

La fuerte luz solar hacía resplandecer aún más los blancos trajes de los participantes que corrían exaltados.

Cuernos de Plata participaba de la fiesta, aunque intentaba no hacer daño a ninguno de los arriesgados muchachos, incluso a veces desviaba a otros animales para evitar algún mal tropiezo.

Entre gritos, saltos, carreras y canciones, todos llegaron por  la plaza del Ayuntamiento, la calle Estafeta y el Callejón hasta la plaza de toros, donde Cuernos de Plata, con la lengua fuera y algo fatigado, intentó descansar cuando los condujeron al toril. La experiencia había sido demasiado intensa.

La plaza, repleta de gente, estaba preparada para el comienzo de la gran fiesta que estaba a punto de empezar.

Javi y sus compañeros, en el tendido de sol, esperaban con entusiasmo y llenos de alegría.

La arena amarilla del redondel a cuyo alrededor se extendía la barrera roja junto con los lujosos trajes de  colores, bordados en oro, de los toreros, daban una original belleza a la calurosa tarde.

La banda de música dio un repique de tambor y una trompeta anunció la salida del toro.

La puerta del toril se abrió. El torero, desde uno de los burladeros, salió con el capote hasta el centro de la plaza dispuesto a correr su suerte.

Al instante, Cuernos de Plata hizo su aparición con unos elegantes movimientos y gran solera.


Al ver a tanta gente, volvió  a sentir una enorme alegría que iba aumentando al escuchar al público que vitoreaba y aplaudía su portentosa cornamenta.

Javi, que no podía explicarse como había llegado el toro hasta allí, se levantó  y con gran agitación intentaba, sin éxito, avisar al animal.

.- Cuernos de Plata ¡No!...¡No!...

La algarabía del público apagaba por completo la voz del chaval que cada vez se sentía más inquieto.

El torero, demostrando su arte, comenzó la faena dando todo tipo de pases a los que el toro respondía lleno de felicidad.

Los espectadores, entusiasmados, no paraban de gritar.

.- ¡Ole!...¡Ole!...¡Ole!...

Cuernos de Plata, más contento aún, seguía los movimientos de la llamativa tela de color grana.

En uno de los lances pudo observar, por fin, a Javi  que desesperado hacía todo tipo de gestos y de movimientos intentando avisarle. Su agitación creció al ver a otros toreros con banderillas en las manos y a un rejoneador que entraba montado a caballo portando una afilada puya. Mientras, sobre la barrera, un capote y estoque esperaban el momento de la verdad.

Entonces Javi, lleno de rabia, levantó su cabeza e implorando al cielo gritó con todas sus fuerzas.

.- ¡No!... Cuernos de Plata es mi amigo y no puede morir. Por favor ¡No!..

Su grito fue tan grande y tan sincero que se oyó en todo el firmamento.

En ese  momento, todo a su alrededor quedó paralizado y en silencio. El público se había quedado como estatuas, unos de pie, otros sentados, incluso se veía alguno casi saltando en el aire agitando su pañuelo rojo que ahora también estaba petrificado.

La banda, estática,  parecía una fotografía de sus grandes momentos musicales. El torero, como un monumento, con su capote extendido y en uno de sus mejores pases parecía estar esculpido en mármol de bellos colores y el rejoneador simulaba una figura ecuestre.

Cuernos de Plata continuaba dando vueltas a la plaza sin comprender lo que estaba sucediendo, aunque algo extrañado del repentino silencio y la paralización de  la multitud.

Javi bajó por las gradas, saltó la barrera y llegando hasta el ingenuo animal, le acarició.

.- Vamos Cuernos de Plata, salgamos de aquí. Volvamos a casa.

El toro, entendió que su amigo intentaba ayudarle o avisarle de algún peligro y confiado en él, le siguió sin dudarlo.

En un tiempo impreciso, salieron de la ciudad, Javi, subido a lomos del toro, se agarró a los pitones de plata igual que si se tratara del manillar de su bicicleta y a una velocidad vertiginosa, Cuernos de Plata tomó el camino de vuelta a través de la orilla del río Arga hasta llegar a la apacible granja.

Nadie sabe las horas que la plaza estuvo parada y en silencio. Hasta que un toro negro apareció y de nuevo la gente, como si nada hubiera sucedido, continuó animando la fiesta.

El torero, extrañado de que los cuernos del toro ya no brillaban, no le dio demasiada importancia y siguió toreando, Un siete de julio todo era posible en Pamplona.

La plaza rebosaba de pasión y de alegría.

.-¡Ole!...¡Ole!... ¡Ole!...

En los apacibles pastos, Javi observaba a su toro, rodeado de las vacas, disfrutando del bello paisaje.

Viviría así hasta que conducido de nuevo al firmamento volvería a ser convertido en constelación de estrellas, aunque ya no la llamarían simplemente la del Toro, sino que desde aquel día, todo el mundo la conocería como la constelación del Toro Cuernos de Plata.





F I N
Cristián Mínguez
"CUERNOS DE PLATA"
Serie: "Los Cuentos de Zenith"